domingo, 29 de diciembre de 2013

Capítulo 4: El buen samaritano

Patricia ha pasado toda la noche tirada en el suelo sin moverse.

Esta mañana después de comer algo he vuelto hasta el centro médico, he cogido una camilla con patas amarillas que había visto en mi última excursión al centro. Es una de esas estrechas camillas de ambulancia. La he traído rodando hasta casa.

Al llegar he dudado durante unos segundos, la verdad es que siento terror sólo de acercarme ha ella ¿que pasaría si se levantara de golpe y se abalanzara sobre mi?

Con mi improvisada lanza, por el lado que no está el cuchillo la he estado tocando, primero un pequeño toque en la espalda. luego en la cara, en las piernas y un incluso en el culo, pero ella sólo ha hecho que levantar la cabeza y estirar un brazo hacia mi con su lindo pero terrorífico rostro.

Con más miedo que traza y utilizando mi improvisada arma, esta vez a modo de palanca, la he tumbado en la camilla y le he inmovilizado atándola con un cinturón de albornoz y una cuerda de poliéster color verde que he encontrado en el garaje.

Cuando he ido a subirla a la camilla por la parte delante ha estirado su brazo hacia mi agarrándome de la manga del jersey, casi me muero del susto, por un segundo he pensado que ya todo había terminado para mi, por suerte al echarme hacia atrás me he soltado.

Ahora está dentro del garaje, atada a la camilla. Parece tan débil e indefensa que se me olvida que en realidad no es más que otro depredador.