miércoles, 11 de diciembre de 2013

Capítulo 2: Ese beso que nunca nos dimos

Esta mañana he salido al jardín de la casa de mis abuelos para cerciorarme de que el perímetro del inmueble era seguro. Aunque he estado aquí cientos de veces no estoy familiarizado al cien por cien con la casa y no me gustaría descubrir a media noche que uno de estos seres ha entrado a hacerme una visita.

La casa parece segura, tanto las puertas como las ventanas tienen rejas además hay una alambrada metálica al rededor de toda la finca.

Cuando he llegado a la parte de delante de la casa me he topado con una inquietante sorpresa. El autobús que hay cruzado en mitad de la calle mantiene atrapada a una chica. Bueno, no es una chica, es una zombie. Bueno sí es una chica, me refiero a que antes quizá fuera una chica, pero ahora es uno de esos seres infernales.

No se puede mover. La parte frontal del autobús la mantiene aprisionada contra la alambrada de la casa de mis abuelos. Parece muy triste y desorientada, al principio ella no me había visto, pero cuando me he acercado más ha alzado la cabeza levemente y ha clavado su fría y gélida mirada sobre mi.

No gruñe, ni gime, de hecho no emite ningún ruido. Supongo que el peso que ejerce el autobús sobre su cuerpo aplastado contra la valla le impide coger aire con los pulmones. Ahora lo tengo claro, ese autobús no estaba cruzado en la calle por casualidad.

No se cuanto tiempo debe de llevar allí, pero juzgando su desolado aspecto, no creo que lleve más de una semana.

El resto de la casa parece segura. Mi abuela tiene un montón de comida en la despensa. Aquí tampoco hay suministro eléctrico. Menos mal que me he traído el cargador solar del móvil de mi hermana, el conector microUSB es compatible, aunque tarda un montón en cargar las baterías de la tablet.

No hay ni rastro de mis padres ni tampoco de mis abuelos. De momento y hasta que se me ocurra algo mejor, creo que me quedaré aquí.